sábado, 9 de octubre de 2010

muerte y desolación

Te fuiste sin cumplir un sueño
nuestra esperanza murió cuando te marchaste
cuando decidiste tener ese accidente fatal.

tus ojos se cerraron para no volver a ver
las lágrimas que te lloramos...
pintaste el pavimento de rojo
y nuestras vidas de negro.

Son las seis cuarenta y tres y recibimos la noticia:
tu cuerpo está desecho y papá lo está aún más...

no quedó tiempo de nada, de una despedida, de una llamada,
incluso de alguna discusión absurda.

¡NADA!

Si tan sólo pudiera cambiar ese instante,
ese preciso momento donde perdiste el control...
mi vida sería un buen sacrificio por salvar la tuya,
por evitar que tus sueños se extinguieran junto contigo...

y no volverás. mis manos se han quedado sin abrazarte
mis oídos sin escuchar tus bromas y tus risas desproporcionadas;
no quedarán más que recuerdos tuyos como cuadros en la sala,
como diplomas y fotos enmarcadas en maderas finas...
iguales al ataúd donde dormirás hoy y siempre.

Y la habitación que compartimos tanto tiempo desolada,
y yo con demasiado espacio para extrañar tu presencia
la música desafinada que tocabas por las tardes
el regadero que dejabas cuando preparabas un examen...

Y se apagaron tus ojitos,
y tus manecillas son tan frías como las del reloj marcando las siete,
pero eso que más da, porque ahora el tiempo ahora se contará
con base en los instantes que no estarás más...

Quisiera morir para verte
y decirte lo pálido que está papá
lo desahuciada que se ve mi madre
para decirte que tu novia
lleva encerrada en su habitación cuatro semanas
por el dolor que sintió:
creo que ella te amó más que nadie en el universo.

Adiós sueños sin cumplir
adiós hombrecito que hoy se vuelve leyenda
adiós a un pedazo de mi existencia...
adiós hermano de mi alma...





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