martes, 16 de noviembre de 2010

el frío proyectil

Una pistola en mis manos
el símbolo perfecto de la muerte, de la venganza...
desenfundo el arma de su cubierta de piel
y la recorro despacio, con una sonrisa maliciosa.
es la hora de cobrar lo que el destino no ha facturado.

Doy vueltas en la sala. coloco el arma en la mesa de centro
medito el momento, tu reacción, tu rostro de miedo suplicante,
tus rodillas al piso, tus manos en mi costado pidiendo una oportunidad;
es tarde, tu no escuchaste a mi corazón que sangraba pidiendo piedad...

El reloj se vuelve mi testigo fiel, cuenta los minutos que tardas en llegar.
Seguramente no esperas tu repentino deceso,
seguramente vienes hablando con él de lo mucho que lo amas...
he pasado a mejor vida en tu imaginario
y tu en unos instantes pasarás a formar parte del séquito de satanás.

Es hora de salir de mi morada.
Cojo el arma y la apreso entre mi cintura y el pantalón
no se compara el frío del cañón de metal
con el de mi sudor mientras más aproximo mis pasos
al punto de intersección previamente estudiado...

Llega un viento mortecino a mi rostro
acompañado de una borrasca mental, sentimental, pasional... moral.
Pero no hay tiempo de arrepentirse;
quiero verte muerta y así será.

Mis ojos comienzan a desorbitarse, mi rostro a desfigurarse
pierde los rastros más sensibles a los ojos ajenos.
Me he convertido en un monstruo esperando verte mal
con la sangre corriendo como agua por el asfalto en días de octubre.

cruzo dos pasos cebra y tres semáforos. llevo tiempo de sobra.
soy tu cita inesperada de las tres en punto,
pero no cumples ese pacto
las tres y cuarto, las tres y media.. no te veo cruzar la avenida central.

mis manos comienzan a tensarse,
mi rostro a empalidecer...
siempre me molestó tu impuntualidad
y parece ser que tú último día no será una excepción.

son las cuatro y no llegas, las cinco y estoy vuelto un mar de pesares.

Desaparecen las calles, desaparece tu recuerdo
todo se va alejando del primer plano y lo comienzo a ver lejano
distante a mis ojos que se cierran. Se vuelven a abrir despidiendo halos de luz
De mi boca emanan risas que estaban fulminadas.

Parece todo un sueño, pero no dejo de sentir la pistola en mi cintura,
intento apartarla de mí cuerpo pero está abigarrada, endosada
comienza un ataque de locura y lloro sangre, transpiro sangre, salivo sangre...

El dolor se vuelve insoportable. corren por mis arterias millones de agujas
me destrozan el corazón, los sentidos,
los recuerdos, todo se borra mientras la oscuridad se vuelve frecuente
la borrasca ahora es de termitas que carcomen lo que queda de mis ojos
que alcanzan a ver esa pistola impactando su proyectil en mi cuerpo desecho...








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