lunes, 8 de noviembre de 2010

Verte fría

Quisiera saberte desaparecida, extraviada
muerta en plena calle.
Que los perros coman las viseras
que alguna vez te mantuvieron errante por la vida.

Ojalá desaparecieran tus manos de alacrán
tus piernas depredadoras,
tu espalda, pista de aterrizaje
donde descargaba noche a noche
mis más encendidas pasiones.

Pero verte bien muerta, fría,
más de lo que era tu costumbre.

Ya no sentir tu andar por la casa descalza
mientras yo fingía un sueño hondo
para ver tu andar sigiloso y madrugador.

Deseo que mi mente tenga un accidente fatal
donde mezcle realidad y fantasía,
verterlo en una copa de vino tinto junto con mi sangre
y brindar a la salud de un sueño que nunca se hizo realidad.

Que cada año tuviera trescientos sesenta y cuatro días
para omitir las voces que me recuerdan el día de mi condena,
de la cruz indeleble que se lleva en el corazón
como marca de pertenencia... súbito...amargo...

Ojalá que tu rostro acartonado por los años se marchite
con el rocío matutino, con la luz del día, con la belleza diurna
que se funda como cirio hasta que la última gota de cera
grite su más arduo dolor y se cristalice en el suelo del abandono.

Ojalá que murieras en esta noche helada
para que mi corazón no resintiera el verte ahí...
En el recuerdo más triste del escritorio y la pluma
escribiendo una carta ilusa que sabía jamás llegaría a ser leída.
Que jamás llegaría a ser terminada...




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